
Relatos

“La cocina es amor. Preparar el alimento para otros es una de las mayores expresiones de afecto que podemos compartir.
Cocinar es una gran responsabilidad. Y del otro lado, permitir que otro prepare tu comida exige una confianza completa, casi un acto de fe, confiar en que no intentan envenenarte, sin ir más lejos. Este es el primer paso de la relación entre cocinero y comensal. Una relación que, por necesidad, transmuta en cariño.
Para el cocinero, ofrecer alimento fiable y seleccionar los ingredientes adecuados es solo el inicio; “preparar” deja de ser suficiente y aparece el deseo de elaborar. La cocina no es tan solo una combinación de técnicas, la cocina es un arte y como tal, el artista desea que su esfuerzo sea apreciable y apreciado. Es natural, por tanto, que su objetivo sea agradar. Su moneda de cobro: la satisfacción del comensal.
Para el comensal, alimentarse de lo preparado por otro es un gesto de confianza máxima. Quien lo permite, una vez la fiabilidad del alimento se da por sentada, se hace necesario otro sistema de medida para la valoración del manjar: El sabor, la textura, la novedad,… Estos y otros elementos se conjugan y dan lugar a una nueva escala de valores que permite evaluar la labor del cocinero. Y el comensal paga con su deleite.
Pero esto no es un baile de parejas. Además de los comensales y el cocinero, personajes principales de esta fiesta, no podemos olvidar al gran protagonista: El Elegido. Aquel que, como Abel, ha sido es y nos ofrece su carne y su sangre como bendición, para que pueda seguir esta Mascarada.”
J. García, The Butcher