
Relatos
CAPITULO 3: MOVIMIENTOS TRAS BAMBALINAS
El oído antinaturalmente agudo de Owain Evans pudo escuchar el batir de dos poderosas alas en la noche, procedente de un lugar indeterminable de la ciudad. Estaba convencido de que volvía a tratarse de Chaundice, esa esclava de los Tremere antitribu, que se retiraba después de haber cazado a otra presa. Escuchando, agradeció no haber sido él mismo. La había visto destrozar a demonios de sombras con sus puños desnudos, duros como rocas, y no deseaba estar nunca en esa situación. Cerró la ventana con un secreto alivio en su interior. Se giró y vio al nuevo recluta de pie frente a él, esperando disciplinadamente. Un logro de sus poderes de condicionamiento de la conducta.
El recluta (no conseguía recordar su nombre) lo admiraba genuinamente. A Owain no le cabía duda de que se trataba en parte por su toque sanador. Con él, conseguía que los vampiros recuperasen temporalmente algo de la bondad de su espíritu ahora marchito, como la primavera que vuelve tras el gélido invierno. Para los vampiros más jóvenes, que aún no se habían acostumbrado al vacío del alma que suponía la no-vida, era una sensación más agradable y cálida que el abrazo de una madre.
Así pues, el recluta esperaba solícito que Owain le ordenase algo, lo que fuera.
– Necesitaré que dibujes este diagrama en el sótano. Debe tener dos metros y cuarenta centímetros de diámetro – estiró la mano con unos papeles con dibujos -. Debe estar copiado a la perfección. A escala exacta.
– Por supuesto.
Diligentemente, con los papeles bajo el brazo, el recluta abrió la puerta del despacho, iniciando su camino hacia el sótano. Un hombre enorme con piel de ébano flanqueaba la puerta en el exterior, con la mano estirada hacia el picaporte. Habían coincidido cuando uno salía, y el otro entraba. El hombre soltó un leve gruñido, haciendo una mueca que mostraba, levemente, un colmillo del color del marfil pulido.
– Aparta. Voy a entrar.
– Ah, John. Pasa.
El acento de Owain Evans, un inglés pulcro y aseado, con apenas un toque de galés (residuos de su pasado humano) contrastaba fuertemente con el acento de John, muy cerrado y afiliado, con un toque peligroso, procedente del vecindario angelino de Compton.
Ya sin el recluta, la conversación siguió en un tono espinoso:
– Owain, cabronazo, estoy hasta los cojones de ti y de que me tengas en la mansión sin hacer nada.
– Entiendo lo que quieres dec…(ir)…
– ¡Llevo semanas aquí quieto y no puedes tenerme encerrado! ¡No lo soporto!
– Entiendo a qué te ref… (ieres)…
– ¡Necesito salir a la calle y hacer mis cosas, pegar un par de tiros a algún hijo de puta hechicero, o algún bastardo cambiaformas!
– Entiendo y por eso…
– ¡Si esto no cambia te los voy a pegar a ti, joder!
– ¡BASTA! – Owain era una criatura paciente, pero a veces la dominación es el mejor camino para hacer entender tu punto de vista. – Harás lo que yo ordene. Amigo, el plan está avanzando a la perfección. Y debes entender que todos somos importantes dentro de él, pero cada uno debemos rebelarnos y actuar en el momento preciso, cuando la situación es propicia. Sólo así el plan sigue su curso hacia la victoria. ¿Me entiendes?
– “…”
– De todas formas, para que te quedes más tranquilo, debes saber que los acontecimientos siguen su curso y muy pronto, en apenas unas noches, tendrás que entrar en acción. Ahora mismo, el cabeza-pala con el que te has cruzado está dibujando una tontería que piensa que es un símbolo arcano de gran poder para el ritual.
– Pero, de hecho, sí, ¿no? El ritual es esta noche. Quiero decir, … aunque no me dejas participar, me he enterado. No entiendo por qué no puedo estar.
– El pobre desgraciado cree que necesito que me asista en la ceremonia, cuando lo que necesito es el Sello y su sangre… un sacrificio para La Fuente.
– “…”
– ¿Todavía quieres participar en el ritual? ¿Quieres estar presente? ¿Quieres ser el receptáculo para la reencarnación de un semi-dios?
– “Em…”
– No estamos seguros de qué humor estará cuando lo hagamos venir a nuestra llamada.
– Creo que puedo esperar antes de entrar a formar parte del plan. ¿Unas semanas habías dicho? Ti´s al’ good, man…
– Brillante
De nuevo, sólo en su despacho, Owain volvió a dedicarse a su plan. No le faltaba algo de razón a John en que llevaba parado mucho tiempo. Pero el afroamericano era un guardaespaldas muy valioso, sobre todo pensando en la gárgola, y no quería que ningún paso en falso le privase de esa seguridad. Aún tendría que esperar, al menos, hasta deshacerse de su otro enemigo.
Levantó el teléfono:
– ¡Mi buen amigo Harold Zettler! Soy Owain.
– “…”
– ¿Recuerdas que todavía me debes un favor? Bueno, voy a ver si hago que me debas otro. Recuerdo perfectamente las injurias que el Arzobispo Cailean contaba sobre ti. Seguro que tú también las recuerdas.
– “…”
– El caso es que sé dónde está el refugio de ese bastardo. ¿Querrías hacer que tu compañía envíe un equipo de asalto para que no pueda salir de su cloaca?
– “…”
– Bueno, de acuerdo. Consideremos que el favor me lo haces tú a mí. Quiero tres equipos de gente armada y adiestrada. Por favor, apunta la dirección de cada una de las salidas del refugio: […]